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Hojas de Salvia officinalis, enteras, pecioladas de color verde algo grisáceo en el envés, con bordes dentados y pelos que la protegen. |
La Salvia (familia Lamiaceae) es una hierba perenne que puede convertirse en un arbusto pequeño y leñoso. De forma natural adquiere forma circular y redondeada gracias a lo cual queda perfecta en el jardín sin necesidad de andar podándola y recortándola cada poco tiempo; sin embargo y ya que crece mucho, sí que es recomendable podarla de vez en cuando para evitar que se haga muy grande. Su fragancia, suave pero intensa y un poco picante la hace atractiva tanto en el jardín como en la cocina siendo especialmente empleada en la cocina italiana y en el marinado de carnes. Aunque en la Edad Media las infusiones y decocciones de las hojas y las flores de salvia llegaron a considerarse una especie de panacea asociada a la longevidad, en la actualidad su uso como planta medicinal ha sido prácticamente abandonado.
La salvia crece bien en todas las zonas templadas. Requiere suelos bien drenados y soleados. No necesita más riego que el de la propia lluvia, soportando los veranos secos y calurosos. Las hojas, de tacto aterciopelado, no desaparecen en ningún momento (perenne). Florece a finales de primavera y principios de verano dando flores de color violeta (en algunas variedades más raras las flores son amarillas o incluso rojas) que terminan los tallos dándoles forma espigada. Requiere una poda de saneamiento al final de la floración, hacia el final del verano. La replicación mediante esquejes es muy sencilla y exitosa.
La salvia ya era conocida por los Chinos, quienes intercambiaban las hojas de salvia como hacían con las de té. Los Griegos, los Romanos y los Árabes también conocían la salvia, empleándola como tónico y en la cura de mordeduras de animales, principalmente en las de serpiente. Efectivamente, la salvia posee propiedades antiinfecciosas y bactericidas siendo también empleada en pastas para tratar problemas cutáneos y verrugas.
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Salvia officinalis en invierno |
Los Mayas y los Aztecas conocían una variedad de salvia a la que llaman Chia (Salvia hispanica) responsable del nombre del estado mejicano de Chiapas. Llegó a ser la tercera fuente vegetal en la alimentación de estas civilizaciones, muy por detrás, evidentemente, del maíz. Las semillas de salvia son ricas en ácidos grasos poliinsaturados como los omega 3 y pueden consumirse como los granos de arroz. En la actualidad otra variedad, la Salvia divinorum, se emplea todavía en ciertos ritos chamánicos dadas sus propiedades psicoestimulantes.
También se conocen propiedades estrogénicas debido a su elevada proporción en flavonoides.
Además de sus propiedades como antiinfecciosa, tónica, cicatrizante de uso externo, emenagogo (que facilita o provoca la menstruación y por tanto debe evitarse durante el embarazo), también se conoce su actividad hipoglucemiante, digestiva y antisudorifica. Se suele tomar como infusión (una cucharada de flores y hojas por taza que se hierven durante 3 minutos y se deja reposar antes del consumo) o para realizar gargarismos en el tratamiento de faringitis o úlceras en la boca.
"Qui a de la sauge dans son jardin, n'a pas besoin de médecin"
"Quien tiene salvia en su jardín, no necesita medicina" (proverbio provenzal)
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Salvia officinalis a principios de verano |